Bienvenido a los rincones oscuros del cuartito del fondo de la mente (que dark lo mio). Disfrute su estadía... y si no vuelve... probablemente sea la mejor decisión que haya tomado en su vida... creame, me consta!

lunes, 19 de marzo de 2012

Autocrítica de una sociedad hipócrita

El título suena fuerte, pero la verdad que también me cansé de andar cuidando lo que digo o lo que opino por ser políticamente correcto (aunque resulte en un posteo largo).

El otro día vi en el diario (digital), una encuesta para saber la opinión de la gente respecto de los carriles exclusivos, donde una mayoría, aunque no arrolladora, votaba que la implementación de los mismos lo que lograba era aportar al caos de tránsito. No voy a hacer juicio acerca de la parte política del asunto, sino que me interesa la parte netamente social. Amén a si fue una buena decisión política o no, la primera pregunta que me surgió respecto a quienes contestan la encuesta fue: Tenemos claro que cosas colaboran con el caos de tránsito, pero; ¿Tenemos en claro que cosas son las que generan el caos de tránsito, y qué parte nos toca en esa generación?

Les hago un pequeño resumen de lo que observo en el tránsito de la ciudad, hoy. Como peatones pretendemos que los autos, bicicletas y motos no nos pasen por encima (con todo el derecho del mundo), pero también pretendemos cruzar por la mitad de la calle, o cruzar cuando el semáforo peatonal está en rojo (si quiere observarlo, párese cinco minutos en la esquina de Córdoba y Corrientes).

Cómo ciclista o motociclista pretendemos que se respeten nuestros derechos de tránsito, que los autos no se nos tiren encima y que los peatones no se nos crucen de repente. Pero también queremos cruzar todos los semáforos en rojo como si no aplicaran a nosotros; queremos no usar cascos o cualquier otro elemento de protección, y queremos andar de 3 o 4 personas en la misma moto. También queremos maniobrar entre autos en movimiento como si tuviera lugar suficiente para hacerlo.

Como automovilista, pretendemos que las motos y bicicletas no nos hagan volantear o pisar el freno para esquivarlos cuando se cruzan, y pretendemos que los peatones crucen cuando deben y no cuando y por donde quieren. Tampoco queremos que otros auto paren en doble fila entorpeciendo el tránsito. A menos que seamos nosotros los que tengamos que parar en doble fila, en cuyo caso de pronto es aceptable, y también queremos parar sobre la senda peatonal para ver mejor, y queremos siempre tener el derecho de paso, aunque en realidad no lo tengamos.

Y con los eventos de las semanas pasadas, de pronto también extrapolé estas actitudes tácitas (porque todos siempre hablan del resto, pero nadie habla del rol que desempeña uno). De nuevo, sin hacer juicio a la política o las decisiones políticas (de partidos y de gremios por igual), debido que no siento que esté informado lo suficiente como para opinar al respecto; vi como con los municipales de paro, de pronto el tránsito se hizo mas caótico, porque al no haber control, la mayoría decidió venir al centro en el auto sin pagar el estacionamiento medido; y los vendedores ambulantes llegaron hasta a invadir las calles en la peatonal para vender cosas en lugares donde la ley no permite que lo hagan, y vendiendo incluso algunas cosas cuya legalidad no estoy seguro, ya sea en venta ambulante o no.

Y vi también a los maestros de paro (de nuevo sin hacer juicio de si tienen razón o no, o de si el poder político hizo bien o no). Y vi el perjuicio a los alumnos que quedan días enteros sin clases. También vi situaciones similares repetirse en muchas provincias del país, y no solo con los maestros, o los empleados públicos, sino con otros gremios, con otros colores políticos y otras zonas geográficas.

Y de pronto llegué a mi conclusión: Somos una sociedad hipócrita. Aprovechamos para echarle la culpa a todo el mundo (particularmente a la clase política) de las decisiones que toman, y de las cosas que hacen. Hacemos cualquier cosa con tal de no mirar lo que hacemos nosotros para aportar, y en casos generar, las crisis sociales, políticas, institucionales. Somos una sociedad convencida de que el otro tiene que cumplir con sus obligaciones, y nunca quebrantarlas, siempre y cuando yo pueda reservarme el derecho de quebrantarlas cuando sea de mi conveniencia y sin importar los derechos de quien quebrante en el camino.


Por mas que no nos guste escucharlo (o en este caso leerlo, o incluso en mi caso, escribirlo), no hace falta mas que salir a la calle para verlo, y en muchos casos, para protagonizarlo. Somos hijos del rigor y estos días de paros en distintos sectores, se ve claramente que no cumplimos con las reglas (con las que cumplimos) no por ser una sociedad responsable, sino que lo hacemos porque nos controlan. En el momento en que el control no estuvo, demostramos que estamos dispuestos a romper todas las reglas que nos venga cómodo romper.

Ojalá fuera un optimista que cree que cuando el control no estuvo, igual cumplimos con las reglas, pero déjeme decirle que procuré cuando salí a la calle, mirar si los autos estacionados pagaban el estacionamiento medido (que ya sea que le guste o no que existe, es una reglamentación que debe cumplirse, ya sea en acuerdo o no), y la amplísima mayoría de los autos no lo pagaron. También vi autos estacionados en las ochavas, en zonas prohibidas. Vi peatones cruzar corriendo con autos viniendo cuando el semáforo peatonal estaba en rojo. Vi ciclistas y motociclistas sin casco, esquivando autos como si estuvieran en un juego de video, y pasando semáforos en rojo como si no existieran.

Aunque este escrito parezca como una crítica insidiosa sobre la sociedad, el dejar de lado las decisiones de gremios y políticos es para dejar en claro que el objetivo de este escrito es llamar a la autocrítica. Es parar un segundo antes de meter el dedo en ojo ajeno y ver si en la posición contraria yo real y sinceramente (y sin necesidad de expresarlo para enaltecer lo buena persona que soy), actuaría tan distinto. Le echamos la culpa a los otros por optar hacer cosas que de tener la oportunidad demostramos (sin lugar a dudas) tomar las mismas decisiones que deploramos. Si bien hay casos que demuestran lo contrario, cada vez que ocurre uno, es algo tan raro que hasta en las noticias sale.

Hasta no dejar de lado el orgullo ciego que nos imposibilita hacer una autocrítica sincera y profunda, dudo que la crisis social y política se resuelva.